*Checa la lista de reproducción en YouTube: ¡Haz clic aquí!
Marcos 16:17 dice que echar fuera a demonios en nombre de Jesús confirma que somos sus seguidores. Esta práctica es conocida como la liberación. El ministerio de liberación solo es para los cristianos. Tenemos la autoridad sobre todo el poder del enemigo, pero no estamos en condiciones de emitir juicio sobre los demonios. Ni siquiera el arcángel Miguel condenó al diablo. El juicio le corresponde a Dios. Miguel solo dijo: “Que el Señor te reprenda.” De la misma manera, reprendemos a espíritus malignos en nombre de Jesús. Los expulsamos y dejamos el juicio a Dios. Habiendo dicho eso, ¿Cómo sabemos que una persona tiene un demonio?
Generalmente, cuando alguien tiene un comportamiento compulsivo, pensamientos pecaminosos e incontrolables o una enfermedad crónica que no responde a la oración, a la imposición de manos o al tratamiento, es posible que haya una aflicción demoníaca. Obviamente, hay una diferencia entre el pecado y una aflicción demoníaca. Por cooperar con el Espíritu Santo, podemos superar el pecado en nuestras vidas. Sin embargo, si la situación no mejora, incluso después de oración u orientación, una aflicción demoníaca puede ser el problema.
A propósito, nadie queda poseído por demonios en el sentido de que son esclavos o robots. Asimismo, nadie es completamente controlado así por el Espíritu Santo. Todos tenemos libre albedrío; podemos cooperar con el Espíritu u oponernos a él. Naturalmente, podemos prestar atención a los demonios o podemos reprenderlos. La elección es tuya. Por eso 2 Corintios 11:4 nos advierte a no recibir a otro espíritu.
A veces, un bebé o un niño sufre de una aflicción demoníaca. Una maldición generacional tiende a ser la causa, pero un trauma infantil puede abrir la puerta a ataques demoníacos. Jesús liberó a niños de espíritus malignos, por causa de la fe y del consentimiento de sus padres. Para recibir liberación, es necesario expresar el deseo de ser libre. Además del consentimiento, hay que confesar cualquier pecado, arrepintiéndose de todo comportamiento pecaminoso que puede haber llevado a la aflicción y comprometiéndose con Jesús. Si no haces eso, es probable que recibas liberación parcial. En otras palabras, solo un demonio puede ser identificado y echado fuera mientras otros espíritus malignos permanecen. De hecho, eso es la mayor limitación de autoliberación. No cabe duda de que la autoliberación funciona, pero, en algunos casos, es bueno tener otra persona para ayudar en la identificación de cuáles espíritus malignos necesitan ser expulsados.
El proceso
El proceso de liberación involucra reclamar la sangre de Jesús, atar al demonio en nombre de Jesús, ordenarle al demonio que se calle y guarde silencio si hace ruido y, por último, ordenarle que salga inmediatamente en nombre de Jesús.
El primer paso: Reclamar la sangre de Jesús
Primero, reclama la sangre de Jesús.
“Padre, te doy gracias por tu Hijo Jesús, el Cordero de Dios, quien derramó su sangre por nosotros. Me cubro y cubro a _____ con la sangre de Jesús. La rocío sobre nuestras mentes y nuestros cuerpos. Estamos de acuerdo con el testimonio de la sangre en el cielo, el hecho de que somos salvos, libres, sanos y bendecidos en todos los sentidos por la sangre. Somos protegidos y cubiertos por la sangre. Honramos la sangre, la que nos salvó, nos sanó y nos liberó. Gracias por acordarte de nosotros por la sangre de Jesús.”
Extiende la mano a la persona y declara con autoridad: “Queda cubierto/a con la sangre de Jesús.”
El segundo paso: Atar al demonio
*Mateo 18:18 se trata del tema de atar y desatar
Luego, ata al demonio.
“Espíritu maligno que causa _______, te ato en nombre de Jesús. Te privo de tu fuerza en nombre de Jesús.”
Si sabes que hay un espíritu específico, utiliza su nombre, como, por ejemplo: “espíritu de enfermedad” o “espíritu impuro.” Sin embargo, no le preguntes su nombre. Solo retrasa el proceso y el demonio probablemente va a mentir.
Por cierto, aunque una sesión particular es ideal, de vez en cuando espíritus malignos manifiestan en público. Si eso sucede, es mejor atar al demonio. Por supuesto, al toparse con una muchacha con un espíritu de adivinación, Pablo echó fuera al demonio en nombre de Jesús. Discernió que ella quería ser libre, pero si hay duda de los deseos de la persona afligida, la mejor opción es atar al demonio. Podemos atar sin el consentimiento de la persona. El individuo puede desatar al espíritu por volver a sometérsele, pero por lo menos el demonio va a ser inmovilizado por poco tiempo.
Declara: “Espíritu maligno que causa _____, te ato en nombre de Jesús. Para de atormentar a esta persona. Te ato por la sangre de Jesús. No serás activo, no atormentarás a esta persona y no te comunicarás con otros espíritus en nombre de Jesús. Desato al Espíritu Santo en la vida de esta persona.”
Luego, puedes preguntarle si quiere ser libre de la aflicción demoníaca. Si dice sí, puedes expulsar al demonio ahí. Habiendo dicho eso, quizás tiene más sentido programar una reunión para expulsar al demonio más adelante en una situación más cómoda. También, no es necesario atar al espíritu maligno delante de la persona. Cuando disciernes que hay un espíritu maligno que está en acción en la vida de otra persona, átalo en nombre de Jesús.
“Espíritu maligno que causa _[Di el problema]_, te impido de operar a través de _[nombre de la persona]_ en nombre de Jesús. Reclamo la sangre de Jesús sobre él/ella y desato el fruto del Espíritu Santo en su vida en nombre de Jesús.”
El tercer paso: Ordenar al espíritu maligno que salga en nombre de Jesús
“¡Te ordeno que salgas en nombre de Jesús! ¡Vete ya!”
Si opone resistencia, dile que no demore.
“¡Sal en nombre de Jesús! ¡No demores! ¡Apúrate! Eres echado fuera legalmente por la sangre de Jesús.”
Si habla mucho o hace ruido, dile que se calle y que guarde silencio.
“En nombre de Jesús, ¡cállate, guarda silencio y vete! ¡Sal inmediatamente!”
Idealmente, la liberación ocurre sin manifestaciones visibles, pero as veces los demonios salen por la tos o el vómito. No te preocupes. Si la persona afligida se agita, cúbrela con la sangre de Jesús. Imponer las manos es otra opción.
Coloca las manos sobre la persona y declara con autoridad: “En nombre de Jesús, activo la paz del Espíritu Santo en ti.”
Haz eso solo después de decirle al espíritu que se calle y que guarde silencio.
El cuarto paso: Imponer las manos
Una vez que se libera la persona, reprende todo efecto debilitante de la aflicción.
“Padre, en nombre de Jesús, elimina todo efecto de esta aflicción. Reclamo por la sangre de Jesús sobre _[nombre de la persona]_. Estoy de acuerdo con lo que dice la sangre sobre _[nombre de la persona]_, que es libre, sanada, salva y bendecida en todo. ¡Gracias Señor!”
Después de eso, imponer las manos sobre la persona para que se llene del Espíritu Santo. Es la práctica bíblica para los nuevos creyentes; es doctrina básica.
Coloca las manos sobre la persona y declara: “Recibe el llenamiento del Espíritu Santo.”
Evitar un regreso
Los demonios van a tratar de volver. Haz tu cuerpo poco atractivo para demonios por ser lleno del Espíritu Santo. Cierra toda puerta abierta a la aflicción demoníaca. Como los efesios quemaron su parafernalia del oculto, líbrate de todo lo que puede invitar un ataque demoníaco. No te engañes, el enemigo va a plantar pensamientos en tu mente para tentarte a pecar, el que le da un derecho legal de atormentarte. Romanos 6 explica que la antigua y pecaminosa versión de nosotros murió con Cristo y fue enterrada con él. A raíz de eso, somos resucitados con él para vivir una nueva vida. Somos nuevas creaciones; tenemos la mente de Cristo. A pesar de eso, en Romanos 7, leemos de la manera en la que Satanás trata de resucitar a nuestra naturaleza antigua por tentarnos a comportarnos como nos comportábamos en el pasado.
Si cedes ante una de estas tentaciones, confiesa, reclama la sangre de Jesús y no pienses más en eso. En vez de eso, sométete a Dios y opón resistencia a todo ataque demoníaco. Dedica tu vida a Cristo y renueva tu mente. Leva “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.” Reprende todos los pensamientos y sentimientos que contradicen la realidad del cielo y sustitúyelos por los hechos: somos salvos, sanos, libres y bendecidos en Cristo. Confiesa las promesas de Dios que son relevantes para la situación. Revístete de Cristo y ten una perspectiva positiva. Así vamos a soportar ataques demoníacos. ¡No des lugar al diablo!