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Un milagro es la manifestación de la realidad del cielo en la tierra. En Juan 14:12, Jesús prometió que íbamos a hacer obras mayores de las que hizo. En Lucas 10:19, dijo: “Miren que yo les he dado a ustedes poder para aplastar serpientes y escorpiones, y para vencer a todo el poder del enemigo, sin que nada los dañe.” Confiesa el milagro que esperas que ocurra con audacia y en fe.
En Marcos 11, Jesús nos dio un ejemplo. Con hambre, vio una higuera con hojas. Eso era inusual porque “no era el tiempo de los higos.” Cuando Jesús se dio cuenta de que no había higos, le dijo directamente al árbol: “¡Que nadie vuelva a comer fruto de ti!” La higuera se comunicaba que tenía higos, así que no debería haber tenido hojas. A menudo, hay indicios de que hay problemas, pero no deberían existir. Las circunstancias, las situaciones y nuestro entorno se comunican con nosotros, pero pueden decirnos cosas que no coinciden con la realidad del cielo. Sigue el ejemplo de Cristo y niégate a aceptarlo. En vez de eso, responde al problema directamente.
Para realizar eso, es necesario tener la fe de Dios. Cuando Dios habla, lo que dice ocurre. Solo lee Génesis 1. Bueno, la evolución asegura que unas sustancias químicas sin vida produjeron un organismo vivo. Sin embargo, esta creencia viola la ley de la biogénesis, la que nos explica que la vida solo proviene de una vida que ya existe. Se supone que la selección natural hizo este organismo más complejo, pero con el paso de tiempo, elimina la información genética porque los genes que no se transmiten son suprimidos de una población. Ya que la selección natural reduce información genética existente, ¿cómo es posible que un organismo de una célula se haga más complejo? Pues las mutaciones no ayudan. Crean nuevos rasgos, a veces beneficiosos, por corromper información genética existente, pero no crean nueva información.
A propósito, si un organismo asexual se convirtió en un ser humano con el paso de tiempo, ¿de dónde vino el sexo? El organismo asexual habría tenido que desarrollar órganos reproductores de los hombres y de las mujeres a la vez, porque sería imposible tener un género antes que el otro. Al fin y al cabo, todos tienen que escoger entre dos relatos milagrosos de nuestros orígenes, la evolución o el relato bíblico de la creación. Los dos deben ser aceptados por fe.
Jesús explicó: “Cualquiera que diga a este monte: ‘¡Quítate de ahí y échate en el mar!’, su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá.” En otras palabras, declaramos la realidad del cielo con certeza y se manifiesta en la tierra. A veces, los resultados no son inmediatos. Los discípulos de Cristo no notaron que la higuera murió hasta el día siguiente. Se marchitó la higuera desde las raíces porque Dios lidia con la raíz del problema, no con los síntomas. Declara la realidad del cielo y no dudes.